Le Chat Noir

Fue inaugurado en 1881 en el boulevard Rouchechouart por Rodolphe Salis, un modesto limonero de provincias había llegado a París con muchas ilusiones. Un buen día tuvo la idea de crear un espacio en el que la bebida y la cultura se encontraran. El nombre del local, procedía de un gato negro perdido que Salis encontró mientras estaba acondicionando el lugar. O, al menos, eso fue lo que dijo. Los inicios fueron descorazonadores. El proyecto era brillante, pero el local distaba mucho de satisfacer las expectativas. El vino servido era infame y la decoración interior del local dejaba mucho que desear. Poco a poco, los ingresos se multiplicaron, y Salis fue mejorando la decoración del lugar. Entre sus clientes estaban Émile Goudeau, Debussy, Maupassant, Paul Signac, Erik Satie, Steinlen, Willette, Lautrec y Paul Verlaine. Uno de los primeros grupos que trasladaron su tertulia al local fue la secta de los “hidrópatas” de Émile Goudeau. Su llegada animó el lugar y estimularon a la bohemia parisina a acudir allí. El elemento de unión de los miembros del club era debatir sobre sus especialidades y profesar un rechazo absoluto al agua como bebida en beneficio del alcohol. Eran frecuentes las bromas pesadas y los pequeños disturbios tanto dentro como fuera del local. El local de Salis, nunca fue el lugar más adecuado para los honestos pequeño-burgueses parisinos. Esto no impidió que la burguesía y personalidades relevantes de otros países acudieran en busca de conocer a la élite intelectual parisina. El futuro rey Eduardo VII estuvo allí, sufriendo alguna que otra burla de la enloquecida bohemia que lo frecuentaba. En el fondo del cabaret, una discreta puerta lateral llevaba al “Instituto”, oscuro cuchitril utilizado como camerino y “pensador” para los artistas, los cuales muchas veces terminaban sus poemas en ese lugar. Poco después, Salis trasladó el bar de lugar. El Chat Noir pasó en 1885 al número 12 de la rue Victor Massé. Allí se bebía absenta hasta el delirio. La revista de los hidrópatas se vendía casi tanto como el alcohol. Salis decidió instalar el primer piano que se vio en un cabaret. Un joven con barba tocaba el piano, Claude Debussy, y poco tiempo después Eric Satie le ayudaría y reemplazaría. Se hacían espectáculos de teatro de sombras, que consistía en generar efectos de luces de colores proyectadas sobre una pantalla sobre siluetas recortadas. El local se volvió a quedar pequeño, y Chat Noir se trasladó definitivamente al boulevard Clichy.

© Ernesto Milà

 
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