Henri Marie Raymond de Toulouse Lautrec

Nace en el seno de una de las más antiguas familias de Francia, de nobleza carolingia, descendiente directo de los condes de Toulouse. A los catorce años, se rompe el fémur izquierdo al caerse, y, al año siguiente, otra desafortunada caída supone la fractura del fémur derecho. La deficiente calcificación impide que las fracturas suelden adecuadamente, y sus piernas ya no crecerán más. La deformidad fue una fuente constante de infelicidad y amargura para Toulouse, que le llevaría al alcoholismo. Su interés por el dibujo y la pintura se remonta a la infancia. Con la fuerte oposición de su padre, decidió vivir la bohemia de la época y alquiló una buhardilla con la ayuda, a escondidas, de su madre. Su formación empieza con el pintor Léon Bonnat y más tarde entra en la academia privada de Cormon. Allí coincide con algunos pintores de su edad que intentan desarrollar el legado impresionista, sobre todo con Émile Bernard y Vincent van Gogh, del que hace un retrato y con el que traba gran amistad. Un año después abandona el estudio de Cormon y se instala en la Rue Fontaine, en el mismo edificio en el que trabajaba Degas. Aunque la estancia en la Rue Fontaine es breve, el contacto con la obra de Degas resulta definitivo para la orientación de su obra. Por estos años, Toulouse empieza a frecuentar los cabarets y cafés de París y se familiariza con la bohemia artística polarizada en torno a Montmartre. Sólo participa en exposiciones colectivas en París y provincias. En 1889 se inaugura en París el Moulin Rouge, que expone junto a su puerta una escena de circo pintada por Toulouse. Ya aparece en él la Goulue, su bailarina estelar. Todas las estrellas del cabaret y el café en París desde 1890 aparecen en la obra de Lautrec, aunque las más habituales fueron Jane Avril e Yvette Guilbert. En paralelo a su obra pictórica desarrolla una excelente producción litográfica, que simultanea con carteles publicitarios y trabajos editoriales.

En 1897 sufre su primer ataque de delírium trémens, que le lleva a disparar con un revólver contra imaginarias arañas. Las frecuentes crisis alcohólicas lo llevarán a ser internado dos años después; para demostrar que no está loco realiza de memoria una serie de litografías sobre el circo. Su éxito comercial venía siendo creciente desde la exposición individual en Goupil de 1896, aunque nunca eso le preocupó demasiado. El deterioro progresivo de su salud lo lleva en 1901 al castillo de Malromé, donde queda al cuidado de su madre, que lo acompañó en su lecho de muerte.

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